viernes, 31 de agosto de 2007

¿La Literatura puede cambiar algo?

Me inclino a que sí. A que Huxley no se equivocó cuando escribió Un mundo feliz, pronosticando la barbarie que se le venía a la Humanidad. Sí, a esta humanidad tan llena de errores y de fachadas sin resolver. A un mundo lleno de seres perfectos escuchando qué comer y cómo dormir. ¿Qué pasará si de nuevo hacemos oídos sordos…? “Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse”, decía el maestro. Y eso es tan práctico y fácil de entender que casi duele.

Pero en estos tiempos de inmediatez, de Internet y desengaño, qué podrán hacer las letras para dejarnos respirar, para devolvernos aquel oxígeno que hace tiempo se nos fue, porque estamos muertos. Casi como decía Salinas, refiriéndose al vampiro, solo que no hay más “tristes dandis”, pero todo el mundo coge su placer al vuelo.

¿Qué puede hacer Ribeyro contra la desnutrición, qué Duras ante el cáncer, cómo Eielson hubiera afrontado el sida? Eso no importa, pero si leíste algo de ellos sabrás que los mudos también tienen voz y que no solo la falta de palabras causa agonía. Nosotros, ilustres mancos, podemos testificar.

Las paredes hablan, murmullan se sobrecogen, cuando un pequeño ápice de nuestro ser es tocado. Es irremediable pero, por desgracia, no todos tenemos la misma capacidad. Y aunque el hombre llega con alma, ¿qué carajo hace con ella?

Ya una vez lo dijo Sartre: “ante un niño muerto, La Náusea no tiene peso”, pero igual hay que seguir. Para crear superhombres como Nietzsche, llegar a la raíz como Aristóteles o aprender a vivir como Epicuro, . Así la verdad está tan lejos, porque si la filosofía no ayuda al hombre a ser feliz, no es filosofía.

Solo un ejemplo más, hace ya varios años Jorge Eslava vivió varias semanas con niños de la calle, entre los que se encontraba una jovencita embarazada y un poeta que jamás había leído poesía. Sintió su frío, su angustia, el olor a terokal, su inestable sueño. Los vio convertirse en buitres y recaer como mansas palomas. Sintió su miedo y más tarde publicó Navajas en el paladar. Si un catedrático joven hizo eso, tocado por las historias de Ribeyro y un evidente compromiso con lo que está a su alrededor, la labor está cumplida.

Por eso no olvido lo dicho por Rosella Di Paollo hace unos años, durante el “Encuentro Internacional de Escritores ¿Qué hacer con la Literatura?”. Sus palabras me llegaron a lo más hondo, en especial cuando confesó que "con la literatura puedo hacer una casa para encerrarme y añorar el Mundo. Creo que ella también deshace lo que toca. Me gusta esa tierra de nadie...”.

Y eso es en ocasiones, una "tierra de nadie", como escribió alguna vez Onetti. Por donde transitan propios y otros no tanto, de cara a una luz roja, una maloliente esquina o sumergida en polvo, telarañas y olvido. Es el sabor del vino, la lluvia tras la ventana, una copa rota, esa bala que cierne sobre un corazón suicida. O tal vez, el último abrazo antes del adiós.

Ahí les dejo un regalo de Julito Cortázar:


Para leer en forma interrogativa

Has visto
verdaderamente has visto
la nieve los astros los pasos afelpados de la brisa

Has tocado
de verdad has tocado
el plato el pan la cara de esa mujer que tanto amás

Has vivido
como un golpe en la frente
el instante el jadeo la caída la fuga

Has sabido
con cada poro de la piel sabido
que tus ojos tus manos tu sexo tu blando corazón

había que tirarlos
había que llorarlos
había que inventarlos otra vez.
Hojarasca de un otoño sin cumplir


¿Cómo estás Mujer Ayer?
Sombra inerte
fatuidad
dentro de mi cáliz.

Que haz hecho hoy con mis versos...
Ahora solo veo el desierto.
Nada.

Estériles, ebúrneas, complacidas
yacen mis escamas.
Bajo el sol de un otoño sin hogar.

Hojas se arrastran,
mutan.
Devienen gráciles.

Mientras las huellas delatan
una tarea,
a medio hacer
en esta zarzuela sorda.

miércoles, 29 de agosto de 2007

Detrás en la azotea

"Tal vez la muerte detrás de esa sonrisa sea amor;
un gigantesco amor en cuyo centro ardemos",
Blanca Varela

Ahora todo parece más calmo.
Ya la ola calló tenue, casi irreverente.
Palaciegos ojos giran y guiñan un as de luz.
Se escuchan pasos y las manos bailan.

Las lechuzas gimen en medio de la pista.
Los olores crujen derrotados.
Las lágrimas emprenden retirada.

Y suenan las balas.
Allá.
Donde el llanto cobra presos.
Donde la edad corta el daño.

En la azotea de los delfines.
Donde nadie tiene sombra.
Pues la sangre ya no pinta.

martes, 28 de agosto de 2007

freezer

una palabra juega con otra a la ronda de la verdad
prometen instantes, olores, dolores y triunfos
dicen que mañana un lugar será tuyo

pero el día se apaga
una,
dos,
sesenta y siete veces

y tu espera corrompe ese juramento
en un segundo fatal
vestido de exabrupto

nada es real en esta cruel espera
la plaza está llena, los ojos vacíos
tu aliento revienta en tus manos, en tus pies, se pierde


escrito hace 15 minutos
Poder volar

Yo también soy como un caballo.
La vaina gris
que fustiga tu cansancio.
Un pétalo raído
de la sombra
de esta botella.

Me gusta pensar que la raíz
transeúnte infiel
de este cuello quebrado
se rinde
al lodo blanco
de una voz que se apaga.

Quiero arrimarme al deseo y
serle fiel.
Pensar
que triste al fin,
es lugar común
entre los dos.

Y es que los adioses
son murmullos,
casi gotas
en un rostro taciturno.
Yo libélula,
quiero volar más allá.



lunes, 27 de agosto de 2007

Jardín

Tómame
Déjame
Duérmeme
En el Edén
En ese jardín
Que tú inventaste
En ese sosiego
Roto y frío
Allí
En donde otros
Como yo
Se desvisten
En tu sombra
A media estación

Es inútil,
me tropecé
una última vez
con tu ausencia.

En el sillón
de la sala
a media luz.

En el parque,
en donde
decías
"ten cuidado"

Mientras
el mar
nos arrullaba.

Y es que
tal vez
se ha
vuelto invisible.

Pues
las madrugadas,
ya no son las mismas.
Asfixia

“Revolcarse en el fango
no es la mejor manera de limpiarse”,
Aldous Huxley

Acaríciame,
quítame el aliento.

Déjame dormir para
siempre.

Has de cuenta que
ya no duele.

Frota tus labios
en este ardor.

Para más tarde
hurgar feliz.

Hasta que vuelva a
oscurecer.

domingo, 26 de agosto de 2007

Todavía inocente

Miras,
sonríes y
te preguntas
qué hacemos delante de ti.

Con tus pocos años y
tu mucha experiencia
obligada.

Con tus dulces sueños y
aquellos
que de vez en cuando,
quieres comprar en la tienda.

Porque a pesar de nosotros,
no has perdido la opción de elegir.
Aún conservas tu inocencia.

Lo sé, aunque
tengas una piedra en la mano.

Para no volver


Surcó la noche

y

llenó la esfera

de una penumbra

tan callada,

tan muda

que el viento

silbó

para

no perderse.