lunes, 24 de setiembre de 2007

Esa noche con A

Vienes y te vas como el humo en otoño.
Parpadeas entre las sombras y me robas
los suspiros que no tengo.

Derramas dos minutos que me persiguen
calladitos, casi rotos.
Al aire.

Y el árbol ríe,
mientras sus hojas bailan sin completar la nota.

Pues la mesa negra del zaguán de en frente,
nos mira resignada.

No son suficientes las risas,
ni las miradas,
ni siquiera el hueco sordo que sobrevive.

Solo mírame y
guiña otra vez.
Para volver a creerte.