Eres el pecado
que brisca lentamente
la manzana de Adán.
Enredadera célibe
que me incas
con tus iris en miel.
Ondulante criatura
que hipnotizas
-las sobras- de mi sentido común.
Ríes y mientes,
serpiente endémica.
Flagelas la timidez y
buscas mi lengua asesina.
Eres accidente
que escozor timbra
en mis heridas.
Temblor de papel
que cortas mi sentido y
sangra el deseo.
Dentro de la copa
que cada tarde,
a las seis, compartimos.
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