martes, 18 de setiembre de 2007

Amor, un hermoso lugar común


"El amor es irremediable"

Ya hace varios años Vargas Llosa escribía -en La Tía Julia y el escribidor- que “el amor no existía, que era una invención de un italiano llamado Petrarca y de los trovadores provenzales. Que eso que las gentes creían un cristalino manar de la emoción, una pura efusión del sentimiento, era el deseo instintivo de los gatos en celo disimulado detrás de las palabras bellas y los mitos de la literatura”. Yo no le creí, pero él tampoco.

La posición de Fromm es algo distinta, él asegura que el amor es un arte y, como tal, una acción voluntaria que se emprende y se aprende, no una pasión que se impone contra la voluntad de quien lo vive, sino más bien una decisión propia. Nietzsche añade que aquello que por amor se hace, "siempre está más allá del bien y del mal", dado que no tiene nada que ver la justicia, la moral o lo correcto y sí con el deseo.

Quizá por ello, esta palabra fue elegida como la más bella de la lengua española por más de 41 mil internautas, convocados por la Escuela de Escritores de España en 2006

Pero ensayemos. Un significado, una diatriba, un alcance, un hermoso exabrupto. El amor es espontáneo, travieso, rebelde. Algunos incluso lo han tildado de ciego. Yo, como Onetti, prefiero pensar que es absurdo y maravilloso.

Que es una esquirla, un pétalo, una bala perdida. El amor nos hipnotiza, nos lleva. El amor siempre es un viaje, en ocasiones hacia lo incierto, pero a veces, es necesario perderse para encontrarse.

El amor es un estado, una comunión, una promesa. Es humano y divino. Quema, sufre y lastima. Marca, da miedo. Está en todas partes y nos toca. Es omnipotente. Es sin lugar a duda “el tema”. Recurrente quizá, pero siempre valdrá la pena.

Camus decía que el modo más cómodo para conocer una ciudad era averiguar cómo se trabaja, cómo se ama y cómo se muere en ella. Marguerite Duras tiene un ‘tratado del amor’ en El amante, Wilde afirmaba que “todos los hombres matan lo que aman” y Julito Cortázar trataba de no pedir mucho en
Happy New year.

Lo hizo Moro no solo en Amor a Muerte, Whesphalen en Te he seguido, Varela en Dime: “dame tu tacho de basura/ la quemaré te lo prometo/ ni siquiera la voy a guardar en mi memoria/ la aceptaré…”. Aún Vallejo sucumbió al amor.

Sin embargo, me quedo con lo dicho por Gabo, en El amor en los tiempos del cólera: “Era inevitable: el olor de las almendras amargas le recordaba siempre el destino de los amores contrariados”. 

Publicada en 1985, corrobora esta apreciación. Es más que todo un compendio acerca del amor y sus múltiples variantes. Un tratado sobre el corazón y su gente, el tiempo y las rebeldías, la memoria y sus laberintos. Un compendio sobre las relaciones humanas y sobre quienes se sobrecogen a ellas, los escogidos y aquellos que le sacan la vuelta a la vida.

Y es que el amor es la negación a la muerte, es trascender. Solo hace falta desmembrarlo un poco para comprobarlo: A = Negación y Mortis= Muerte. Parafraseando a Eielson podría afirmar que es “un saxofón que no da tregua”, pero iré más allá. El amor es una lágrima rota, una cigarra, una hermosa mentira recogida de un país absurdo.